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CHALLA: Brindis ritual.

Los sacerdotes andinos challan, pero también lo puede hacer cualquier viandante, campesino, misti, o extranjero. La challa tiene su base en la fe, en la devoción, en la intención que se le ponga. Fuerza espiritual exige la challa, de otra manera es un juego, una bufonada.

Se challa en homenaje a la Tierra y en dirección al Sol. Se asperja el licor, chicha, cerveza, aguardiente, o wiski, con energía, con la idea de trazar una línea o un chorro; aspersión que luego es lecturable, que es posible de leer. Se leen caminos, florilegios o florecimientos, amoríos y fracasos, dibujados en el suelo.

Se challan los objetos nuevos, los carros recién adquiridos son llevados a Copacabana, donde se celebran tremendas ceremonias de challa, a veces refrendadas por una misa católica, que tienen el mismo sentido. Se challan las chacras, se agradece a la Tierra, se le regala pétalos de flores en días como hoy, tiempo de juego y época de lluvia, de alegría. Se challan a las crías de ganado, en ceremonias donde se marca el ganado y se escoge a los padrillos, los alfa de la manada.

Hay que challar a la Tierra para iniciar la construcción de una casa, un camino, un viaje, el cambio de lugar de un difunto. La Tierra es sagrada, es necesario brindar con ella porque es un ser vivo.

La Challa o Tinca, o Tincacha, es con la Tierra entre quechuas y aymaras; entre los chiriguanos, últimas comunidades en extinción, se challa con el aire.

El licor es acompañado por la hoja de Coca, que asperja el licor a los cuatro elementos. La challa trae prosperidad, bendición, y contento. Se challa en secreto cuando se bebe entre desconocidos, porque no hay tiempo ni cómo explicarles el sentido, pero se challa. Se le habla al licor y a la hoja, para que transmitan nuestras intenciones al espíritu de la Tierra.

Fuente: Omar Aramayo

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