Sikuris del Barrio Mañazo: Un aniversario más en su longeva existencia

Una versión de cómo llegó la Virgen de la Candelaria a tierras puneñas cuenta que luego del arribo de los jesuitas en 1556, estos en su afán misionero y colonizador instauraron imágenes de Jesucristo y de María, entre ellas la de la Candelaria en 1580, se dice que la hicieron al sur de España, en Sevilla o Cádiz. El jesuita Rubén Vargas Ugarte en su libro Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados, narra que fue el dos de febrero de 1583 que la Virgen de la Candelaria posó su grandeza en estos pueblos. A partir de esa fecha los moradores de la Villa de San Carlos le rindieran culto.
El barrio Mañazo (nombre que proviene de la fusión de “maña” y “lazo”, en alusión a la habilidad que ostentaban los arrieros para lacear el ganado), estaba conformado por carniceros y era el barrio más antiguo de la villa. Probablemente allí se encuentren los primeros devotos de la Virgen.
Cuentan los antiguos mañaceños que sus ancestros recogían las cañas del campo y fabricaban sus sikus para crear notas musicales. Años después, luego de la independencia del Perú y de la guerra con Chile (1879), se fundó el Conjunto de Sicuris del Barrio Mañazo, el 2 de febrero de 1892; la misma fecha que rendían culto a su madre Candelaria, constituyéndose así como el primer conjunto citadino de Puno en venerar a la Virgen. Hoy, 129 años después, los sicuris de Mañazo se han convertido en una notable institución de la historia puneña, a la que además se debe el origen de la Diablada altiplánica, así como de la primera Morenada, la Orkapata (1956), que se formó de sicuris mañaceños. En su trayectoria se cuenta su contribución a la declaratoria de Puno como Capital del Folklore Peruano, tras su participación en 1966 en el Campeonato Nacional de Danza y Música Folklórica en Huancayo.
Este año, a causa de la pandemia, Mañazo no podrá deleitar con su música y danza ni realizar sus actividades tradicionales como preceder con su música la procesión de la Virgen, puesto ganado por ser el conjunto más antiguo; no se escuchará su camaretazo madrugador en las albas ni su peculiar puesta en escena en el atrio de la iglesia San Juan para su posterior desplazamiento por el jirón Lima en la noches de víspera bajo la luz de los castillos que iluminan el cielo puneño; tampoco se beberá la sangre de toro como ritual de agradecimiento a la Pachamama, ni se realizará el tradicional cacharpari bajando cantando a toda voz: “Somos del Barrio Mañazo, Rey de los Sicuris”, desde el Arco Deustua. Pero, sin duda, los puneños y puneñistas llevarán en el corazón a Mañazo esperando su clásico ritmo sincopado, cuando llegue el día de volver a danzar y a tocar al compás de la fiesta en las calles puneñas acompañados de un buen pisco.

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