Conocimiento y literatura oral cambiante
César Suaña Zenteno
Es común decir que la transmisión del conocimiento andino se hace fundamentalmente a través de la oralidad. Esta generalización olvida otros elementos esenciales, como los tejidos, iconografía, disposición de la arquitectura prehispánica, la observación del cosmos, la periodización de las actividades agrarias y pecuarias, la música, danza, etc.
También es común decir que la transmisión de este conocimiento se imparte por igual por el papá y la mamá andina, adaptando la concepción de familia al modelo occidental cuando en el mundo andino el eje familiar lo hacen el “papa grande” y la “mamá grande, o sea, los abuelos (por línea materna principalmente).
Pero estas afirmaciones no responden al desarrollo histórico social de nuestra sociedad andina. Cuando el modo de producción prehispánico estuvo principalmente centrado en la actividad agrícola y pecuaria en la que toda la familia participaba del proceso productivo (abuelos, padres, hermanos, hijos, tíos, primos), las personas mayores se encargaban de la transmisión del conocimiento oral, y por igual abuelo-papá o abuela-madre se encargaban de esa tarea.
Del campo a la ciudad
Sin embargo, esta realidad cambia cuando el conquistador hispano impone un nuevo modelo de producción orientado fundamentalmente al desarrollo del capitalismo mercantil, de manera que las ciudades (que en la época prehispánica sólo eran centros administrativos pero no productivos) va llenándose de familias que abandonan su principal actividad peco-agraria y el rol de la familia también va modificándose y por lo tanto la transmisión de conocimiento oral también.
Lo que en un inicio fue actividad meramente artesanal, con el tiempo el trabajo va tecnificándose en las ciudades y progresivamente el abuelo y la abuela-madre van tomando protagonismo en la transmisión del conocimiento oral más que el padre que tienen que laborar muchas horas fuera de casa y solo, sin compañía de la familia.
A fines del siglo XIX y en el siglo XX se va afianzando esta tendencia y en la segunda mitad del siglo pasado ya es la abuela y madre la que se encarga de la transmisión de conocimiento andino en las ciudades, mientras que en el campo o área rural aún se mantiene la transmisión de conocimiento oral a través de toda la familia.
Debido a la actividad productiva en las ciudades, es la abuela-madre la que está más cerca al hijo-hija y es la que lleva adelante la transmisión del conocimiento por vía oral mientras que la figura paterna (abuelo-padre) se convierte en complementario.
Esta realidad ha llevado a decir que la transmisión del conocimiento oral lo hacen las mujeres principalmente y también tienen un rol de mantener el funcionamiento del hogar.
Parte de la transmisión de ese conocimiento a través de la oralidad son los cuentos, relatos, leyendas y mitos que la figura materna imparte en la descendencia. De manera que es común hoy escuchar que “en el cuarto de la abuela-madre escuchaba historias y leyendas sobre nuestro pasado”.
La mujer en el área rural y las que han migrado a las ciudades y aún su descendencia en primera y hasta segunda generación, son buenas relatoras de cuentos, leyendas, mitos e historias andinas. Son, para usar un término contemporáneo, “transmisoras de literatura andina”.
Seguramente no leen ni escriben bien en español aprendido en las escuelas, y menos leen o escriben en aymara o quechua que no tiene más de una decena de años en ser motivada e implementada; sin embargo, su capacidad de transmitir literatura oral es realmente muy llamativa.
Alienación tecnológica y límites de la transmisión oral
Pero ahora, la transmisión del conocimiento oral y la literatura oral andina están en un serio riesgo debido a la incorporación de elementos de tecnología contemporánea como los smartphones e internet principalmente, que están dejando de lado la transmisión oral del conocimiento por parte del abuelo-padre o abuela-madre.
Y ahora, somos espectadores de un fenómeno que puede tener una gran consecuencia no solo en la transmisión del conocimiento oral andino, sino del conocimiento en general por la alienación extrema que existe en nuestros niños por la tecnología y la actitud de los padres principalmente.
Con horror vemos cómo niños y niñas de un año, dos años, tres años y ni qué decir a partir de los cinco años, van usando el smartphone en la que la mayoría de las aplicaciones (App) o juegos no tienen ninguna relación con nuestra realidad social y cultural andina. Y los padres, principalmente las madres, han encontrado en los smartphones el principal medio de distracción y entretenimiento para que los niños y niñas les permitan usar su tiempo en el trabajo y los quehaceres de casa.
Si la abuela-madre y el abuelo-padre tuvieran los recursos económicos suficientes para atender la alimentación, salud y educación, seguramente el tiempo libre que queda lo dedicarían a transmitir el conocimiento y la literatura oral andina a sus hijos y nietos. Pero mientras la alienación del trabajo y ahora de la tecnología sigan ampliando el estado de las cosas existentes, toda la herencia de nuestra cultura andina a nuestros hijos-nietos y las generaciones futuras está en entredicho.
Currícula escolar y políticas de Estado
Demás está decir que la humanidad a través de los siglos ha desarrollado sus fuerzas productivas y hoy vemos que todos los avances científicos, tanto en tecnología, medicina, agroindustria, estc., en lugar de generar mayor bienestar para la especie humana, se convierte en un peligro. Pero no por el desarrollo del conocimiento o la tecnología en sí, sino por el uso que se les da a la misma.
El Estado Peruano, a través de sus organismos de línea, principalmente en Ministerio de Educación, Ministerio de Cultura, Ministerio de Agricultura, Ministerio de la Mujer y otros, así como las Municipalidades Provinciales y Distritales deberían promover la transmisión oral del conocimiento andino y por ende de la literatura oral andina, implementando una agresiva política lingüística, principalmente en las grandes ciudades que concentran hoy en día la mayor cantidad de población, y una adecuación del uso de las tecnologías contemporáneas, en este caso el smartphone e internet, para seguir transmitiendo nuestro conocimiento andino.
Para ello necesitamos que las jóvenes generaciones que dominan ampliamente la tecnología contemporánea, puedan unir voluntades con los depositarios del conocimiento andino (abuelos-padres, abuelas-madres) para que se creen aplicaciones y juegos con contenido andino de todo tipo, para que se usen en la escuela, en el hogar y en el trabajo.
Y en este terreno tenemos un déficit enorme. Basta entrar a la Play Store de Google en nuestro smartphone y, en lo que refiere a cultura andina, vamos a encontrar que hay poquísimas aplicaciones relacionadas a nuestra cultura andina. Y de las pocas que hay, quienes tienen el monopolio son los jóvenes bolivianos que se esfuerzan por ingresar a la red de internet y a nuestros smartphones contenidos andinos, principalmente en lo que se refiere al idioma aymara.
Aplicaciones realizadas por peruanos y puneños andinos no existen en internet; y así como hemos bregado para que a través de nuestro Proyecto Curricular Regional se incorpore la ciencia y el conocimiento andino en las aulas, hoy en día se hace necesario, y hasta imprescindible diríamos, hacer uso de la tecnología del smartphone e internet con contenido andino.
Para ello, desde el Estado debe promoverse no solo el aprendizaje de nuestras lenguas originarias en centros educativos de niños y adultos de manera gratuita (especialmente para quienes vienen a trabajar a nuestra región desde otras zonas del país), sino motivar que a través del SENATI, CENCICO, Ministerio de Trabajo, artistas plásticos y visuales y algunas entidades privadas (como las compañías de telefonía celular por ejemplo o empresas de tecnología de punta) se empiece a capacitar a personal para que preparen materiales que recojan lo medular de nuestro conocimiento andino y lo suban a Internet y se pueda usar en los smartphones y de esta manera, las abuelas-madre que están hoy más cerca de la crianza y educación de nuestros hijos, tengan las herramientas necesarias para seguir dándole continuidad a la transmisión del conocimiento y literatura oral, incorporando lo visual en las aplicaciones y juegos, y darle continuidad a nuestro conocimiento andino. De lo contrario, nuestro futuro cultural andino es sombrío.
Fuente: Los Andes
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