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Un día como hoy se declaró Patrimonio Cultural de la Nación a técnicas de la cerámica de Checca Pupuja

En el año 2019, se declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a los Conocimientos, técnicas y prácticas asociadas a la producción de cerámica tradicional de la comunidad de Checca Pupuja, del distrito de José Domingo Choquehuanca, provincia de Azángaro, departamento de Puno, por tratarse de una manifestación que da cuenta de los intercambios culturales y artísticos entre las prácticas alfareras prehispánicas y las instauradas con el Virreinato en el altiplano peruano, cumpliendo en la actualidad un rol fundamental en la vida social, cultural y ceremonial de la comunidad, siendo un símbolo de la capacidad creativa de sus hacedores y de su relación con su entorno natural, por lo cual se la establece como un componente central de la identidad de los pobladores de la comunidad de Checca Pupuja.
El amplio repertorio de la cerámica de Checca Pupuja puede distinguirse principalmente entre aquella que cumple funciones domésticas, y la que responde al fenómeno del sincretismo cultural, teniendo una función ceremonial. Respecto a aquella cerámica con clara función ceremonial encontramos a los toros, las apajatas, las chuwas o platos usados en rituales, las incalimitas o limitatas. Entre estas últimas, encontramos tres piezas que han trascendido su significado local y se han transformado en símbolo de identidad cultural: el toro, la apajata y la incalimita.
La figura del toro busca representar minuciosamente a este animal durante el ritual de marcación de ganado llamado señalacuy , celebrado en el contexto de la fiesta de Santiago el 25 de julio y semanas posteriores durante el mes de agosto, el cual se asocia con la prosperidad y aumento del ganado. La introducción del toro a partir de la Conquista española no solo propició cambios en las tecnologías agrícolas, sino que fue incorporado al panteón de deidades mágico-religiosas. A partir de la asociación con el amaru, deidad representada a través de una serpiente alada con atributos felinos, el toro adquirió la capacidad de proteger tanto a animales como hombres, lo cual se ve demostrado en el acto de colocar en los techos de las casas dos toros como propiciadores de buena fortuna. Cabe mencionar que la figura del toro adquirió particular atención hacia la década de 1940, cuando en la estación ferroviaria Pucará los ceramistas de la zona lo ofrecían a los viajeros entre viandas y bebidas.

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