
Hay un país en América que tiene todos los atractivos turísticos para los viajeros: Perú. Las fantásticas fortalezas de piedra que dejaron los incas, las líneas de Nasca, el Valle Sagrado, Machu Picchu, las montañas (de las más bellas del mundo), los impactantes desiertos costeros, la selva amazónica, los cóndores de Colca, los tesoros del señor de Sipán, la ciudad de Cusco, Vinicunca y las montañas de colores.
Haciendo justicia, el país acaba de elevar al rango supremo del turismo nacional el lago Titicaca. Situado a 3.812 m. s .n. m., es el lago navegable más alto del mundo, abarca una superficie de 8.372 kilómetros cuadrados, su profundidad es de 284 m y su longitud 190, de km.
Navegarlo y entregarme al cúmulo de íntimas emociones que los grandes espacios del planeta suscitan en mi alma era una deuda. Así pues, luego de visitar el valle de Colca y extasiarnos con el vuelo de los cóndores, en compañía del atleta de montaña Wilfredo Garzón, me dirigí hacia Puno, la capital folclórica del Perú. Sus fiestas de la Candelaria, patrimonio de la humanidad, reúnen a 40.000 danzantes y 9.000 músicos.
Saber que del lago salieron Manco Capac y Mamá Ocllo para fundar el Imperio inca era un motivo más para visitarlo. Llevaban una barra de oro buscando el lugar escogido. La clavaron en Cusco, que se convertiría en el corazón del incainato, y así fundaron el imperio del Tahuantinsuyo. Manco Cápac enseñó a los hombres las artes de la agricultura y la construcción de caminos, puentes y viviendas, y Mamá Ocllo, a las mujeres las labores domésticas.
Visitamos el barco Yavarí, anclado a orillas del lago. El barco, construido en Inglaterra en 1862, fue traído pasando por el estrecho de Magallanes hasta el Perú. Fue desarmada su estructura metálica pieza por pieza y transportada en mulas a través de la cordillera.
Los dioses habían prohibido a los primitivos habitantes del lago subir a los apus, las montañas, pero desafiando los poderes divinos los hombres las escalaron y allí los cougars, o sea, los pumas, liberados por los dioses, los devoraron. Se salvó una pareja. Inti, el dios sol, ante la tragedia, lloró durante 40 días y 40 noches, y sus lágrimas crearon el lago.
Bella leyenda que evoca tradiciones de dos grandes culturas de la humanidad, la hebrea-mosaica y la griega. La primera, por el diluvio bíblico y el arca de Noé y la segunda, por otro diluvio con el que Zeus inundó la tierra y Deucalión y Pirra supervivieron y repoblaron la Tierra. ¿Qué pasó con los pumas? Fueron convertidos en rocas.
Nosotros “nos lanzamos a la mar”. Todo invitaba a soñar, el día estaba luminoso, un viento suave acariciaba el rostro.
El lago pertenece a Perú y Bolivia, y una organización binacional se encarga de lo relacionado con su administración. Un total de 25 ríos aportan su caudal al Titicaca; entre ellos, el Ramis, el Llave y el Coata. En el lago hay numerosas isla; entre ellas, Taquile, Amantaní, Suriquí, la isla del Sol y la isla de la Luna.
Al llegar a ellas recordé las sirenas que encantaban a Ulises y sus compañeros y los invitaban a que desembarcaran, porque al paso de nuestras embarcaciones las mujeres, con trajes de colores y colocadas en fila, nos invitaban a desembarcar en su isla. Escogimos una al azar. Puestos en fila, los urus nos saludaron uno a uno con mucha amabilidad y nos invitaron a conocer su isla, sus viviendas y de paso les compráramos artesanías.
La totora, planta acuática, es fundamental en la vida de los urus, con ella hacen las islas, las viviendas y las barcas llamadas ‘caballitos de totora’.
Las islas están ancladas al fondo del lago para que no deriven a merced de las olas. Nuestro siguiente destino fue Taquile, que mide 5,5 km de largo y 1,5 de ancho y cuyo punto más alto se encuentra a 4.050 metros. Es un remanso de paz y ha querido conservar sus tradiciones y su tranquilidad. Aquí no hay vehículos, hoteles ni electricidad; no hay ladrones ni policías. Los turistas que quieran pernoctar lo hacen en las casas de los moradores, hay tiendas que venden comestibles.
El espectáculo de la isla remite a épocas patriarcales. Los habitantes viven de la agricultura, y el paisaje de terrazas cultivadas y las casitas esparcidas entre ellas es idílico. El panorama es espectacular, dado que la isla se eleva más de 200 metros sobre el nivel de las aguas.
La convivencia ciudadana se rige por los tres códigos de la moral inca: “Ama sua, ama llulla, ama quella” (no robar, no mentir, no ser perezoso). Las decisiones que afectan a la comunidad se toman en común.
La vestimenta de los habitantes es vistosa y peculiar, tanto que mereció ser declarada “obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad” por la Unesco.
Los hombres son los únicos que hacen los tejidos, y las mujeres, las encargadas de hilar el algodón. El chollo (gorro) distingue a los casados de los solteros y la forma de la cola del chollo indica si el hombre está buscando pareja. Los vestidos son rojo, negro y blanco.
La mayoría de los habitantes son católicos, y las creencias de los taquileños armonizan la religión católica con las tradiciones incas. De esta manera, la Pachamama preside las cosechas y la fertilidad, y le hacen ofrendas de tres hojas de coca antes de cada actividad.
Regresamos a Puno cargados de bellos recuerdos y reflexiones sobre nuestra vida ciudadana, tan cargada de imposiciones y costumbres inútiles e innecesarias, y aprovechamos para visitar la ciudad, que posee hermosos monumentos.
Si usted va…
Hay avión desde Lima (Perú) hasta Juliaca y allí se toma un vehículo para Puno. En Puno puede alojarse en el hotel Posadas del Inca, que pertenece a la cadena colombiana de Sonesta y GHL y que tiene espléndidas vistas sobre el lago.
Aproveche la visita a Puno y visite los cementerios de Sallustani de la cultura kolla y la ciudad de Juli, apodada la Roma de América por sus monumentales iglesias.
Fuente: El Tiempo/ANDRÉS HURTADO GARCÍA