CandelariaPuno

La Danza de las Culturas

Por: Felipe Gálvez Condori

La ciudad de Puno es un principal centro urbano del altiplano peruano. Formalmente se dice que tuvo una fundación española un 4 de Noviembre de 1668, curiosamente no existe esa acta de fundación, ni ningún documento que certifique tal hecho; pero a los puneños ese detalle no nos interesa, estamos convencidos que nuestra ciudad tiene un origen español, así nos han contado, y así debe continuar. ¿Qué sería del hereje que se atreviera a decirnos que nuestra lacustre ciudad, capital de la región y centro turístico, nunca ha sido española y que más bien, tiene un origen aymará o quechua, como probablemente haya sido históricamente? Lo más seguro es que este incauto sea etiquetado como enemigo público de Puno y su suerte no sería otra que el destierro.
Decía el reconocido y agudo periodista puneño Federico More, que Puno es la ciudad de la leyenda y la fábula. Sabias palabras para definir a una población con una imaginación desbordante, que no sólo es capaz de inventar las más insólitas historias, de hacer que otros crean en éstas, sino de convencerse así mismos que éstas son la realidad. Así somos los puneños, tenemos la virtud y capacidad de fabricar historias.

Entre las muchas cosas que hemos ido creando, está nuestra identidad. Pensamos que tener nuestra ciudad un origen español es importante por que eso da status, nos pone por encima de ciudades vecinas y nos acerca a las ligas mayores de las ciudades que los españoles fundaron en el Perú. No por gusto, la ciudad del Lago es la capital administrativa y convergen las instituciones del Estado “criollo occidental” de nuestro país. Aquí a nuestra manera, se ha ido inventando y recreando una cultura mestiza, con variantes criollas y andinas.

Si por interculturalidad entendemos, “las relaciones igualitarias entre dos o más culturas y sus sujetos sociales” (Monroe, Javier; 2003), podríamos decir que la frígida geografía altiplánica es un gigantesco espacio, donde cotidianamente se producen relaciones de interculturalidad.

Sin duda una de las más grandes expresiones de interculturalidad, con todos sus matices: urbano, rural, quechua, aymará y mestizo, es la festividad Virgen de la Candelaria. En su veneración y fe se conjugan las diversas expresiones artísticas y culturales que coexisten en la región. Como no podía ser de otra manera, el origen de la más grande festividad de la región también es legendario. Dicen que las huestes rebeldes de Pedro Vilcapaza, el principal lugarteniente de Túpac Amaru II, en esta zona, tenían cercada la villa de Puno, junto a más de 12 mil hombres allá por el año de 1781. Puno, en ese entonces era habitada mayormente por criollos y mestizos. Cuando la invasión y saqueo de la ciudad, que se encontraba indefensa, era inminente, se les ocurrió sacar en procesión la imagen de la virgen Candelaria que se veneraba en la Iglesia de San Juan, a la que concurrían los creyentes de origen andino, puesto que los criollos y “mistis” se tenían reservada la Catedral, el templo principal. Narran los ocurrentes fabuladores puneños, que desde los cerros que rodean a la ciudad, los invasores creyeron divisar en la procesión, un enorme ejército. El reflejo que las andas metalizadas producían por efecto de los rayos de sol, aparentaban ser armas que “asustaron” a los rebeldes quienes optaron por replegarse. Así, la Virgen habría salvado a la ciudad; desde ese momento creció la veneración y la festividad.

Lo más cercano a la realidad es que la veneración a la virgen ha ido creciendo paulatinamente con el paso del tiempo, hasta convertirse en lo que es en la actualidad: una manifestación de fe y cultura; que a su vez, cumple una función integradora especialmente en el ámbito social. En la actualidad, el principal rasgo de la identidad puneña es la devoción a la virgen de la Candelaria.

En el mes de febrero se puede apreciar que la devoción a la Virgen, es el eje transversal de la cultura y la identidad puneña. Este acontecimiento tiene dos momentos, el 2 de Febrero fecha central, que en la víspera se celebra con una entrada de Qapus, (quema de leña) realizada frente a la iglesia San Juan a cargo de la población rural aledaña a la ciudad de Puno. Después, más de 80 danzas denominadas “autóctonas” invaden la ciudad de Puno, agrupaciones venidas de los más recónditos lugares de la región, de las poblaciones aymará y quechua, de la zonas que bordean el Lago Titicaca, de las alturas y de la selva. Cada danza expresa una vivencia, una actividad, una realidad social muy peculiar de sus ejecutantes. Hay danzas que expresan el pastoreo, las actividades agrícolas, otras son guerreras. Según el investigador Jesualdo Portugal, en el altiplano existen más de 700 danzas de este tipo. Lo llamativo de este hecho es que estas mismas danzas, en sus lugares de origen, son ofrecidas por la población rural como ofrendas a la madre tierra o Pachamama, por los frutos que obtienen de sus cultivos, por la multiplicación de su ganado. En febrero, llegan hasta Puno, con sus mejores trajes, derrochando esfuerzo y entusiasmo para bailar por la Virgen, porque para los puneños la fe en la Pachamama y en la virgen Candelaria, significa lo mismo. Después de presentarse en el estadio y las principales calles de la ciudad, las comparsas son “recepcionadas” por sus paisanos residentes, quienes se han preparado para brindar algo de comida y bebida para sus coterráneos.

La octava de esta festividad es la más publicitada. Otros más de 60 denominados conjuntos de trajes de luces, como diabladas, morenadas, caporales, waca wacas y similares, exhiben vistosos y caros trajes. En el último año los danzantes superaron largamente las 6 mil personas, poniendo en evidencia la estrechez de la ciudad para tan grande festividad. No hay puneño o puneñista que no esté comprometido con este suceso religioso y cultural. De acuerdo a las estimaciones de la Cámara de Comercio de Puno, la Fiesta de la Candelaria implica un desembolso de por lo menos 13 millones de dólares, cifra exorbitante que los puneños consideramos bien invertida, porque la Virgen y la Pachamama siempre no los devuelven con creces.

¿Cómo es que una población sumida en la pobreza, se permita semejante derroche? No, no es ningún derroche, es una cuestión de fe, de alegría, en buena cuenta de identidad. Su organización y financiamiento implica toda una compleja red social, un eficiente tejido social, que funciona a lo largo de todo el año, donde directivos y socios realizan actividades para acopiar fondos, donde cada quien ahorra algo para febrero, a lo que se suman los aportes económicos y de otra índole que hacen los desprendidos alferados y padrinos. Todo por el conjunto, por la virgen de la Candelaria que se ha convertido en un símbolo de la unidad, de integración, de los habitantes de esta parte del Perú y del mundo.

Es innegable que en Puno, como en todas partes, existe una diferenciación y discriminación de carácter social y étnico. Pero en la candelaria esta se atenúa. Ante la Virgen y danzando todos nos sentimos iguales. Así es Puno, un espacio geográfico amplio y diverso. Así somos los puneños, tolerantes y abiertos al mundo, gente que sabe valorar y desarrollar su cultura, pero que a su vez sabe asimilar lo que le es útil de los otros pueblos y culturas.

Como bien podría decir Amartya Sen, los puneños somos una suerte de ensalada con nutridos ingredientes quechua, aymará y criolla. Nuestra raíz y nuestra visión es y seguirá siendo andina (quechua y aymara), una cultura milenaria que ha demostrado que no sólo sabe convivir con otros pueblos y culturas, sino ha tenido la sabiduría de sostener una relación armoniosa con la naturaleza y el medio ambiente. Para los andinos, la vida viene de la “Pachamama”, por eso se la cuida y protege.

La mayor parte de la población del altiplano, desde el punto de vista socio-económico está en condición de extrema pobreza. Lo paradójico es que estas mismas familias rurales, sin el apoyo de instituciones del Estado, ni particulares proveen el 60% de los alimentos que se consumen en las ciudades, “sin ninguna clase de asistencia técnica, sino desde su propio saber” (Aguilar, Edgar: 2005). Sin duda, estamos hablando de una cultura muy rica, que así como sabe respetar a otros, exige que la respeten, no acepta que la pretendan “convertir” en lo que no es, que exige que el Estado y la sociedad peruana se aperture para ellos y para las otras culturas “minoritarias”.

Podríamos decir, que el mensaje que los habitantes del altiplano dan es: que sí es posible vivir en diálogo con los que son diferentes a nosotros y al mismo tiempo en armonía con la naturaleza. Con estos preceptos aspiramos a construir un futuro mejor para nosotros y para todos. Y eso sí, no es ninguna fábula.

Felipe Gálvez Condori
Grupo de Estudio: Interculturalidad
Instituto Ética y Desarrollo
Puno, mayo del 2007

BIBLIOGRAFÍA

1.- Aguilar, Luis. (2005). La interculturalidad Vivenciada desde la Familia Aymará. (Documento de trabajo Secretariado Rural Perú-Bolivia)

2.- More, Federico. (1945). Puno Tierra de Leyenda.

3.- Monroe, Javier. (2002). Interculturalidad en el contexto de la promoción de Desarrollo (documento de trabajo)

4.- Portugal, Jesualdo (2001). Danzas del Altiplano.

5.- Sen, Amartya Kumar. (2007). Identidad y violencia: la ilusión del destino. Katz Barpal Editores.

Fuente: La Casa del Corregidor

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