Pacha Kuti o Año Nuevo Andino
El debate entre kollas y quechuas sobre esta fiesta que, en el cuzco, es el inti raymi
De acuerdo con el calendario ancestral de los habitantes del Altiplano peruano-boliviano, cada 21 de junio –que el calendario actual marca como el solsticio de invierno– los habitantes de la milenaria meseta andina recuerdan el Willka Kuti, Willka Jacha Laymi, Willkasi, Mara Taka o Machaca Mara, acontecimiento conocido como la llegada del día más corto del ciclo de vida de la Pachamama o Madre Naturaleza, que los quechuas conocieron mucho después como Jatun Inti Raymi, Inti Raymi, Watar Riti o Inti Much’ana P’unchay.
Escribe: José Morales Serruto*
Tales eran los nombres de la fecha que marca el final y el inicio del nuevo ciclo de vida, lo que hoy se conoce como el Año Nuevo Andino, acontecimiento al que los aimaras llaman el Inti Sayt’a y los quechuas Inti Watana, fenómeno que se produce al mediodía en que, según su tradición, “el Padre Sol, a su paso por el cenit, se detendrá un momento para marcar el Mara T’aka, el inicio de su nuevo recorrido que determina el final y el inicio del nuevo ciclo de vida de la Pachamama”, según el boliviano Rigoberto Paredes Candia.
Desde entonces, en las ceremonias rituales que ofrecen los hombres, como parte de ella, piden buena y abundante cosecha, y al mismo tiempo mucha salud para asegurar la continuidad de la vida en los pueblos cordilleranos y el mundo entero.
La celebración del Pacha Kuti o Año Nuevo Andino, sin lugar a dudas, es un importante espacio que permite reconocer el elevado desarrollo científico-cultural que alcanzaron los habitantes de las riberas del lago Titicaca en ese tiempo, lo que es materialmente evidenciado por los restos arqueológicos que nos han heredado y la gran sabiduría que habían alcanzado, la que llega a nuestra época a través del mito y leyenda, que sobreviven hasta hoy.
Todo esto ha sido trasmitido y descrito por nuestros viejos amautas, yatiris, mallkus y jacha tatas, a quienes posteriormente los cronistas españoles reconocieron como inigualables observadores de la naturaleza, extraordinarios astrónomos que durante milenios de su existencia y constante observación del comportamiento de los astros lograron descifrar los retos y las dificultades a los que la misma naturaleza (Pachamama) los enfrentaba para luego sugerirles soluciones y el entendimiento de leyes que regulaban su existencia en constante armonía con todo lo que los rodeaba.
Lo anterior les habría de permitir, con el paso de los años, domesticar plantas y descubrir la agricultura y ganadería, que les eran de vital necesidad y que los convirtió en pueblos que desarrollaron una economía pastoril y agrícola mucho antes que el florecimiento del periodo inca. Poco se ha escrito sobre esto, pero allí está la interpretación de fondo de los testimonios que nos legaron.
PATRIMONIO DE LA NACIÓN
El Pacha Kuti o Año Nuevo Andino fue, es y será la expresión religiosa, espiritual, social, científica y cultural más interesante e importante de los pobladores andinos. Tal vez por ello hoy se reclama que sea considerado Patrimonio Cultural de la Nación.
Primero se desarrolló en las riberas de la gran pakarina del Titicaca, que, siglos después, con el nacimiento del Imperio inca gracias al genio fundador de Manko Kápak y su pareja, Mama Okllo, la impusieron en la capital del Imperio con diferencias extremadamente marcadas, que muy bien describen los cronistas e historiadores.
La celebración del Año Nuevo Andino o Pacha Kuti, con su explícito significado de la celebración de la culminación y reinicio de los ciclos de vida y la unión del poblador con la naturaleza, es un tema importante y consideramos que es de obligación general conocer los mensajes que esconden en cuanto a formas y símbolos.
Tanto es así que hasta hoy se conservan como un recuerdo sólido e histórico del que fueron dueños y que, por razones políticas y religiosas, los señores del Cuzco ocultaron, tal vez como estrategia para constituirse en un gran imperio y, con ello, demostrar su poderío y presencia divina a los ojos de sus conquistados.
Por eso, después de la desaparición de la influencia de Tiahuanaco a comienzos del siglo XII d. C., surgieron poderosos señoríos que continuaron su proceso de desarrollo en la meseta del inmenso Titicaca, zona que ocupaban los reinos aimaras, propicios para la crianza de llamas, alpacas y una fecunda agricultura que constituía la base de su economía.
EL INTI RAYMI
Decíamos que a la fundación del Cuzco, la gran capital inca, sus fundadores impusieron el Año Nuevo Andino con diferencias marcadas y con el nombre de Inti Raymi, que es lo que nos trans-miten tanto los cronistas como los historiadores contemporáneos.
Conocido también como el Inti Much’ana P’unchay, una fiesta ofrecida exclusivamente al Padre Sol o Tata Inti, presidida por el soberano Inca o Intip Churin, seguido por su parentela, versión basada en la herencia literaria de Garcilaso de la Vega, evidenciada por los cuzqueños en un pronunciamiento publicado en el diario La República con el título de “El Inti Raymi es único en el mundo y pertenece al Cuzco” y “El Inti Raymi es cuzqueño y nadie nos lo quitará”, fechada el 18 de febrero de 2001, refrendado por la Empresa Municipal de Festejos del Cuzco (EMUFEC), que dice: “[…] Las celebraciones duraban entre nueve y quince días, pero solo uno de ellos era aquel en el que se realizaba la adoración llamada día central de las fiestas; tal día central de las fiestas no era precisamente el correspondiente al solsticio, o sea el 21 de junio, sino tres días después, es decir, el 24 de junio, para testimoniarle al Dios Sol o Punchao en su denominación como divinidad […]”.
En el mismo documento afirman que el Inca Garcilaso de la Vega es el padre y autor del guión del Inti Raymi, “como tal es el que describe con mayor conocimiento y autenticidad el carácter ritual de esta fiesta en honor al Sol”.
Al margen de cómo describen Garcilaso y otros las celebraciones del Inti Raymi, nos da una clara explicación de que estas celebraciones tenían su soporte y mensaje en el manejo político-religioso imperial y dominante, donde se figuraba la encarnación de la divinidad del Sol en el inca y su panaca.
En la época de Yupanqui es más claro, porque se instituyó que esta fiesta desarrollara elementos que demostraran públicamente que los incas eran los Intichuri, o hijos del Sol. “El Inca Yupanqui concibió al solsticio de invierno oportunidad en que se celebrara el Inti Raymi como una fiesta que fuera señal y insignia para que por toda la tierra fueran conocidos […] por tales señores e hijos del Sol, porque […] desde allí en adelante habían de ser temidos y respetados […]” (sic), señala Marina Ari en su obra Machaq Mara.
LA DUALIDAD KOLLA
Entonces, al nacimiento del Incario, sus conquistadores la impusieron con claras características que ahora podemos diferenciar. Y es que, desde que se asentaron en el valle del Cuzco, hicieron consentir a sus conquistados que en el Inca se encarnaba el poder divino por ser único hijo del dios Sol en la Tierra, al igual que en las monarquías europeas se designaban enviados, hijos o elegidos de Dios con sangre azul, según afirma Marina Ari.
En resumen, estas celebraciones solo podían encabezarlas el inca y su parentela en su condición divina de ser hijos del Sol y así ser reconocidos por sus súbditos como gobernantes de su reino. Otra característica de esta celebración es que las mujeres solo eran espectadoras de todas las manifestaciones religiosas.
En cambio, los kollas basaron su religiosidad en la mutua convivencia de armonía, ayuda, servicio y el constante cambio en busca de la perfección humana. A diferencia de los quechuas, estas celebraciones en el mundo kolla no eran de exclusividad de los varones, en tanto participaban las mujeres como parte de la comunidad, encabezados todospor la autoridad de turno, como se hace hasta el día de hoy, reconociendo una equivalencia de valores entre hombres y mujeres, una unidad de dos mitades opuestas o la ley de las mitades conocida como la dualidad andina entre lo masculino y femenino.
SU VIGENCIA
Esta importante fecha conserva para nuestro tiempo un gran contenido científico, religioso, social, cultural y educativo, celebrado –por cierto– con grandes rituales de gratitud a la Pachamama y los otros dioses del Olimpo altiplánico, a quienes se ruega protección y amparo.
Científico porque lograron determinar matemática y astronómicamente que el 21 de junio –periodo hoy conocido como el solsticio de invierno– nuestro planeta Tierra se halla en el punto más lejano del Sol, y para nuestros ancestros en el tiempo de vida marcaba la llegada del día más corto del año, al que le dieron el contenido social de que la Pachamama moría al regalarnos sus frutos para la supervivencia de todo ser viviente e iniciar un nuevo ciclo.
Además, hasta hoy para el mundo andino la Vía Láctea es un libro abierto a la constante observación, tanto que se guían por su comportamiento en sus labores cotidianas y para el seguimiento del ciclo agrícola, definitivamente necesario para vivir. La conocían como Wara Warani Jahuira (‘Río de Estrellas’), Wara Warani Ccota (‘Lago de Estrellas’) o Alaya Thaqui (‘Camino de Arriba’), y buscaban en ella la solución a sus problemas, así como respuestas a sus inte-rrogantes.
Religioso, en tanto era la fecha en que llegaba el momento propicio para rendirle honores y entregarle ofrendas de gratitud a su principal deidad, la Pachamama, y los agentes fecundantes de la naturaleza, ofreciéndole sacrificios de gratitud por todo lo bueno y malo recibido en el tiempo vivido. Se rogaba que fueran buenos y generosos con sus cosechas y su ganado; también se pedía por la salud y bienestar personal y comunal y por la multiplicación de las especies.
En lo social, por cuanto llegaba el momento propicio y de buen augurio para que asumieran el cargo las nuevas autoridades lugareñas que, con la llegada del Machac Willka o nuevo sol, iniciaban sus actividades comunitarias. Por si fuera poco, era el momento de poner en orden la conciencia de cada uno y dilucidar las diferencias surgidas durante el tiempo que terminaba con la comunidad, bajo la siguiente premisa: “Para estar bien con la Pachamama, primero hay que estar bien con el vecino y con nuestra conciencia”.
Cultural porque en torno a esta celebración se desarrollaban una serie de rituales mágico-religiosos y dancísticos.
Y, en lo educativo, esta celebración encierra un gran bagaje pedagógico por su mensaje moral para nuestros tiempos, por ejemplo, ahora que la humanidad vive preocupada por la conservación del medioambiente.
*Periodista y estudioso de la cultura altiplánica ([email protected]).
Fuente: Revista Velaverde
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